jueves, 17 de enero de 2019

TANATOPRAXIS



Hace algún tiempo fui tanatopraxista en una funeraria muy prestigiosa. Mi trabajo consistía en preparar los cadáveres que llegaban para presentarlos de la mejor forma posible ante sus familiares al momento de su velorio e inhumación, para muchas personas la sola idea de tener cerca el cuerpo frío de un cadáver pudiera parecer impensable; pero para mí era algo común, era algo que tenía que hacerse y lo hacía con gusto para poder ganarme la vida a través de la muerte. El lugar donde laboraba era como todas las funerarias en el interior. Las instalaciones en las capillas velatorios eran muy lujosas y tenía muchas prestaciones para los dolientes. Mientras que la sala de embalsamamiento era muy equipada y con 2 mesas para embalsamar, aunque siempre ocupábamos una.
Recién había llegado a trabajar a ese lugar haciendo mis prácticas; los compañeros y ayudantes frecuentemente contaban sucesos extraños que pasaban durante la labor e incluso mientras los cuerpos inertes permanecían en las mesas para embalsamar; pero además de eso se corrían rumores que en una de las salas velatorios llamada “el manantial” ocurrían sucesos paranormales que habían espantado a propios y extraños. Siempre pensé que solo eran cuentos y supercherías para asustar a los niños, como buen escéptico evitaba entrar en debates sin saber o simplemente hacia oídos sordos a las historias que contaban; pero todo eso cambió una noche.
Tenía el turno de noche y caía una tormenta sobre la ciudad. No había servicios programados, ni difuntos que velar así que debía ser una noche tranquila. No me gustaba ese turno y menos que lloviera por que continuamente había bajones de corriente y corte de luz, así que mataba el tiempo con una taza de café y jugando solitario en la computadora. La atmosfera fría del recinto de pronto fue inundada por el ruido del teléfono al sonar y nos avisaron que había que recoger un cadáver en una localidad algo alejada de la ciudad, era manejar por carretera y entre la lluvia no era una idea que me agradara mucho ; pero era trabajo y urgente además. Después de unas horas manejando entre truenos y relámpagos llegamos a una comunidad muy metida, entre brechas y caminos enlodados. Al llegar notamos que las personas nos esperaban con ansiedad. Lejos de los habituales llantos y lamentos desgarradores, los deudos del difunto nos apresuraron para que nos lleváramos el cuerpo. Luego de los trámites para el traslado subimos el cadáver a la camioneta y nos regresamos a la funeraria. El camino me pareció aun más largo y tedioso por la lentitud con la que íbamos a causa de la lluvia.
Luego de llegar y meter el cuerpo en la sala de preparación, mi compañero y yo nos colocamos el equipo para “trabajar” el cuerpo. Mientras leía el parte médico y el certificado para determinar las causas de la muerte y padecimientos previos, mi compañero salió a buscar unos elementos que ocuparíamos para la bomba inyectora. Estaba absorto en la lectura de los detalles médicos y eran muy extraños. Intempestivamente escuché un retumbar en el techo, fue como si alguien brincara pesadamente y luego pasos apresurados que se dirigían a las escaleras que bajaban a la sala, al principio pensé que había sido mi compañero que compraba por alguna golosina en las maquinas expendedoras de los velatorios; pero al verlo aparecer por la puerta que daba a un pequeño armario donde guardábamos batas y mandiles, me hizo ponerme en alerta y más cuando me dijo:
–¿Escuchaste eso ?
Nos miramos con desconcierto y ansiosos porque sabíamos que estábamos solos, no había familiares, ni servicios funerarios en las salas. Intentamos darle una explicación al asunto, primero pensamos que el viento había entrado por una ventaba y tirado algún pedestal de sirios; pero eran pesados. Luego que se había metido alguien, era improbable, todo estaba bien protegido por rejas y alarmas. Por último pensamos que había sido el guardia nocturno que fue por dulces a la máquina; pero pensé en mis adentros que él era supersticioso y nunca salía de su caseta de vigilancia durante la noche más que para abrir las rejas o puertas con código de seguridad.
Sin mediar mas y algo tensos, decidimos dejar ese episodio extraño y nos concentramos en nuestra labor, el cuerpo ya estaba en la mesa de preparación, como aun éramos estudiantes de medicina, nuestra tarea principal era extraer los fluidos del cuerpo e inyectarlo con una mezcla de formol, alcoholes y colorantes con la bomba inyectora a través de las arterias. El trabajo que hacíamos a veces pudiera parecer asqueroso e impresionable para algunas personas; pero nosotros acostumbrados a ver y abrir cuerpos muertos no lo era tanto. Además de la preparación médica que era necesaria tener, había que tener estómago y mente fuerte para soportar todo el proceso de abrir y limpiar un cadáver.
La práctica se complicó muchas veces, nunca había trabajado con un cuerpo tan “especial” como ese, las máquinas fallaban continuamente en la extracción de fluidos. La sangre del cuerpo era extrañamente espesa y obscura, como si tuviera días de muerto, incluso salían pequeños coágulos negros que tapaban las líneas de las máquinas de vacío, era imposible. El parte médico indicaba que no tenía más de 12 horas de muerto, el ambiente a medida que pasaban los minutos se hacía más tenso y agobiante. Para hacer más inquietante el cuadro, el cuerpo tenía una gran cantidad de espasmos postmortem que jamás hubiera visto, era como si tratara de evitar que lo punzáramos o le hiciéramos algo, aquello dejo de ser algo rutinario por algo con tintes macabros, Ya que el aspecto del cadáver era inquietante, no era una persona con facciones normales, era…era una locura; pero había que continuar.
Cuando por fin acabamos, debíamos suturar los orificios por donde se habían hecho las extracciones. Ya estábamos muy cansados y la tensión gobernaba nuestros cuerpos y mentes. Yo me sentía somnoliento y apenas podía mantenerme en pie y para colmo me di cuenta que no teníamos hilo para suturar, así que nos lanzamos una mirada de desasosiego mi compañero y yo, uno de los dos tenía que ir por el hilo al almacén que se encontraba al otro lado de la sala y tenía que caminar por un pasillo obscuro e iluminado por los ocasionales relámpagos de la tormenta que aun continuaba, no sabía que era peor: si hacer eso o quedarse con el cuerpo inerte a riesgo de que se fuera la luz.
Como deseaba descansar, decidí quedarme a lavar el instrumental, mientras que mi compañero iba a ir al almacén por el hilo. Comencé entonces a juntar el instrumental y me dirigí a la tarja al otro extremo de la sala donde se lavaba el instrumental y otras cosas. Al abrir el grifo sentí una corriente de aire helado que me invadió y me erizo la piel, en eso siento un firme toque en el hombro, creyendo que era mi compañero escucho que dice con una voz un tanto ronca: “Me voy…” Enseguida vi en el reflejo del azulejo a una persona que abría las pesadas puertas laminadas y salía. Pensé que era mi compañero por el color de la vestimenta, luego de ver esto al hacer un lado el jabón liquido me di cuenta que ahí estaba el hilo y la aguja para suturar, los tomé y corrí a la puerta para gritarle a mi compañero que no fuera por ellos; pero al salir solo vi obscuridad y el reflejo de un relámpago seguido de un estruendo me hizo estremecer. En eso mi compañero abre las puertas de la sala y me dice con rostro impaciente:
–¿A dónde vas? Tranquilo, solo me quité los guantes y dejé el mandil en el armario.
Sin poder comprender lo que sucedía y agobiado por un leve temor que hizo temblar mis piernas, me metí de nuevo en la sala y me senté, le conté a mi compañero lo que vi y se sorprendió al igual que yo por esas afirmaciones, al final intentamos darle una explicación y dedujimos que era cansancio. No quisimos darle más vueltas al asunto y suturamos rápido el extraño cuerpo.
A la mañana siguiente cuando llegué al turno, la funeraria estaba muy activa, los servicios para el muerto de la noche anterior se llevaban a cabo, había poca gente en la sala y nadie se veía acongojado, pude escuchar algunos murmullos sobre el gusto que les daba a algunas personas el que esa persona hubiera muerto, había sido muchas cosas en vida. No me interesó saber más y antes de bajar a la sala para checar mi entrada, la curiosidad y el deseo de saber que había pasado durante la madrugada me hizo ir al cuarto de vigilancia donde estaban los monitores y los discos de grabación. Me llevaba bien con el guardia y éramos amigos, así que no hubo problema en que me mostrara los videos de la sala de embalsamamiento, el era también supersticioso así que al contarle lo que había experimentado se emocionó y se dispuso a ver el video.
Llegamos a la parte en donde comenzaba a lavar el instrumentar, en ese instante la grabación se “granulo” y mostró algo extraño en ella. Se ve claramente como una especie de sombra obscura sale del cuerpo del cadáver y se acerca a mí y enseguida con una velocidad inusual sale abriendo las puertas y desapareciendo en la obscuridad del pasillo. Mientras yo salgo corriendo y mi compañero atrás de mi. Después de ver eso mi entendimiento y mis creencias dieron un giro, había algo extraño en todo eso; pero no quise saber más del asunto y eso solo fue el principio de muchas experiencias con lo siniestro.

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