martes, 29 de septiembre de 2015

EL MIMO



Los mimos son artistas que, mediante la mímica, narran una historia. Se valen de movimientos, expresiones y gesticulaciones que le permiten al espectador comprender la narración.

De esa forma, los mimos son capaces de robarle una sonrisa a la gente y deslumbrarla con su técnica basada en un complejo lenguaje de gestos. Sin embargo, estos artistas de caras pintadas son también protagonistas de algunas historias de terror.

En Buenos Aires, Argentina, existe una leyenda urbana escalofriante. Cuentan que en el barrio de Almagro, específicamente en la esquina de Sarmiento y Salguero, aparece un mimo. Pero este no es un mimo cualquiera, pues dicen que los que se encontraron cara a cara con él, experimentaron el terror más puro.

Esta historia ocurre en el barrio de Almagro, el protagonista es un joven mimo que todos los días iba a la misma esquina para hacer sus rutinas de pantomima. Lo que hacía era esperar a que el semáforo se ponga en rojo, ahí hacía sus rutinas, esperaba a que los coches pasaran y seguía hasta que el semáforo se ponga en verde, y bueno, todos los días hacía lo mismo.

El mimo debía tener su tiempo calculado ya que tenía poco, ósea, tenía el tiempo que le daba el semáforo, ahí paraban los coches esperando a que la señal de rojo cambiara mientras el mimo hacía su show. Terminaba su rutina y su mano extendía esperando a que le dieran un premio o una recompensa por su trabajo. Una noche, aunque él tuviera todo calculado tras meses de experiencia, algo salió mal, y muy mal…

Así sucedió: un coche se acercaba a toda velocidad, sin respetar el semáforo, atropellándolo fuertemente en medio de su rutina. El cuerpo del mimo salió volando y terminó a metros de distancia, totalmente destrozado. El tipo simplemente siguió de largo.

Una noche, Juan y Carlos van a la misma esquina en la que el mimo había muerto, montados en su coche. Allí justamente el semáforo se quedó en rojo, y allí se quedaron un rato, esperando a que la señal cambiara, pero por alguna razón no lo hacía. Mientras ellos esperaban, un frío y un terror los dominó. Miraban para todos lados con terror…

Juan le dijo a Carlos que no respetara la señal y huyesen cuanto antes de allí, pero Carlos se negó, Juan nuevamente miró hacia un costado y saltó de miedo al ver una cara horrible, deforme, con ojos blancos, a solo unos centímetros de la ventana del coche, mirándolos fijamente. Los chicos se asustaron y Carlos aceleró rápidamente.

Algo es claro: si tuviste algo que ver con quien lo atropelló, o pasas por aquella esquina, no tendrás tanta suerte… Aquel mimo te verá con aquella cara deforme y te interrogará con su escalofriante mirada.