miércoles, 15 de mayo de 2019

LA LEYENDA DE SUNDEL BOLONG




La leyenda del sundel bolong se originó principalmente en la mitología javanesa. En la cultura javanesa, sundel es una jerga para dirigirse a las personas que estaban en el negocio de la prostitución, mientras que Bolong significa "agujero". Así que sundel bolong se traduce a grandes rasgos en "Una prostituta con un agujero en la espalda". La leyenda cuenta una historia sobre una hermosa mujer que se vio obligada a participar en los negocios de prostitución y que luego fue encontrada muerta, con un agujero en la espalda.

No está muy claro cuál fue la causa de la muerte de sundel bolong. Algunos dicen que murió después de ser violada, porque su espalda fue apuñalada varias veces, lo que hizo que su espíritu volviera a la vida para maldecir a todos los hombres y buscar venganza de la persona que se cree es responsable de su muerte. Otros creyeron que ella murió al dar a luz en su tumba, con un fenómeno extraño que causó que el bebé saliera de su espalda, seguido de la muerte de su bebé. Por lo tanto, su curioso espíritu vaga por la tierra buscando desesperadamente a su bebé.

Un sundel bolong a menudo se describe como una mujer con un hermoso cabello largo y negro, vestido con un vestido blanco, o en una forma similar a un Pontianak. También es descrita a menudo como hombres seductores que usan su belleza y fragancia. Cuando están cerca, les muestra su espalda cubierta de sangre y gusanos, revelando sus esqueletos transparentes u órganos internos, con su olor cambiando repentinamente al olor de la carne podrida, que es suficiente para hacer que una persona pierda el conocimiento. Cuando se desmayan, ella se come sus órganos. Aunque se enfoca en aterrorizar a los hombres, las mujeres son igualmente vulnerables a su ira.

Algunos afirman de que este ente o fantasma no camina, sino que vuela. Según las historias místicas que circulan en medio de la comunidad javanesa, estos fantasmas o espíritus obsesionados y vengativos, buscan a sus asesinos o gente malvada que comete atrocidades tales : como la violación y el asesinato. Siendo muchas veces salvaje y sanguinaria con todas sus víctimas.
Sus víctimas favoritas son aquellos lujuriosos que tienen la mala suerte de toparse en su camino, a quienes seduce y les cercena sus partes íntimas, dejándolos desangrar hasta la muerte.
También se dice que gusta de secuestrar bebés, le gustan los niños, especialmente los bebés. El fantasma secuestra al bebé pero no para matarlo, sino protegerlo y cuidarlo. Recordemos que es el espíritu de una mujer que murió estando embarazada, ella deseaba ver nacer a su hijo y criarlo.
Debido a la historia, ya no parece extraño si hay padres que ponen el Corán en la cama del bebé. Hicieron esto como medida de precaución si los fantasmas estaban dispuestos a secuestrar a sus hijos. Los padres creen que los seres sobrenaturales como Sundel Bolong no secuestrarán a sus bebés si hay un Corán en sus camas.

martes, 14 de mayo de 2019

EL PRIMOGENITO - HISTORIA DE TERROR



La noche se sentía un tanto incómoda, incluso en la acostumbrada soledad del campo aquel. Un granja, animales, árboles frutales, madre e hijo. La cena ya se había servido, pero se enfriaba ante la ya aún más fría mirada de ambos, sentados, en silencio.


No había aire puro, no había intenciones santas.


Aquiles miraba de reojo a Mirna. La misma Muerte se sentiría incómoda ante tal escena; una relación sepulcral, que venía arruinándose desde hace un tiempo hasta aquí.


—Han desaparecido un par de animales más, hijo. Necesito que pongas más ojo durante las noches, las cosas no andan muy bien.


—Lo Tengo claro, Mirna. Aún no logro pillar al bastardo que se los roba. Un par de bocanadas y Aquiles se retiró de la mesa sin decir nada más. Mirna sollozaba en silencio mientras caminaba hacia su habitación. Se preguntaba qué era lo que pasaba con su retoño, en qué cosas andaría metido. Más que mal, él era su única familia después de todo.


También en silencio, dentro de uno de los establos y refugiado en la oscuridad del campo abierto, Aquiles tomaba un cerdo y de una certera estocada en el corazón, apagaba su vida. Aprovechando las pulsaciones post-mortem, rebanaba el cuello y dejaba que la sangre cayera sobre una copa dorada.


El ritual debía ser rápido. Su madre dormida no escuchaba los pasos hacia el comedor en medio de la noche, donde yacía la puerta hacia el subterráneo, del cual Mirna no sabía absolutamente nada.


El cadáver del cerdo fue colgado en la pared. Animales podridos repartidos en toda aquella habitación, sangre seca y óxido llenaban el lugar. Jaulas, huesos… cosas indescriptibles. Un pentagrama y velas daban el toque final. Un Mundo totalmente alterno, lleno de muerte y asquerosidad, lleno de pretensiones y ambiciones de riquezas. Aquiles bebió la sangre e invocó a Baal.


—Oh, Señor de lo Material, la sangre de un animal puro a través de mi cuerpo, para ti.


El negro se apoderaba del lugar. Oscuridad total y un ruido de golpe seco. Del cerdo ya no quedaba nada salvo algunas tripas y huesos, y en la espalda de Aquiles, la marca 6, de 7. Los gritos de dolor se apagaban por las ganas de tener el ansiado poder, el ansiado dinero. Debía soportar un ritual más, sólo un sacrificio más. El más grande.


Mirna no sabía de donde provenían aquellos olores. Tampoco sabía por qué carajo le faltaba un cerdo, y menos por qué la producción de su granja aumentaba poco a poco. No tenía sentido. Miraba a su hijo de forma tierna, lo amaba a él y a su granja, a pesar de las extrañas costumbres y actitudes que su primogénito.


Oscuro, siniestro. Tradición familiar que había dejado de traspasarse, pero que gracias al diario de su bisabuelo, había recuperado. Baal proveería lo que faltara, a costa de 7 sacrificios. Pero Baal es un demonio exigente y para nada conformista. La última de las entregas debía ser grande, debía doler… La granja tiene que prosperar de algún modo, ¿no?


Cayó la noche, y con ella, aires de que algo malo podría pasar. Aquiles no despegaba la mirada de Mirna. Ella apenas había probado la cena, el hambre no era más que una mera ilusión.


—Necesito mostrarte algo, madre. Tengo una sorpresa para ti.


Mirna se mostró algo inquieta.


—Dime qué es lo que quieres… ¿Qué es lo que te pasa, hijo?


—Sólo sígueme, ¿quieres? Aquiles tomó a su madre de la mano y paso a paso la llevó hacia una pequeña puerta, escondida debajo de un mueble de aquel comedor. La luna oscurecía poco a poco, los animales gritaban y el primogénito sonreía de placer. Se lamía los labios y murmuraba por lo bajo. Mirna estaba asustada, pero confiaba que su pequeño le daría una sorpresa, a pesar de que ya no había por qué pensar cosas buenas de nada.


Cerró la puerta con cerrojo. Mirna dio la vuelta y miró horrorizada a todos sus animales, uno por uno, podridos y colgando, adornando el lugar de forma lúgubre y magnífica. La belleza retorcida no era apta para todos, y eso Aquiles lo sabía de memoria. Mirna miró de vuelta a su hijo con terror, decepcionada, asustada.


—Será corto, Madre. Evitaré hacerte sufrir demasiado.


—Así que esto era… Así que en esto se iban mis animales… mi granja, todos los sacrificios…


Lágrimas brotaban de los ojos de Mirna. Y una sonrisa se escapaba de los labios de Aquiles. No había gente en kilómetros a la redonda. No había nada con que defenderse. No servían las oraciones ni las plegarias. Dios no existía en ese lugar, y menos, la esperanza.


—Piensa que serás una inversión a largo plazo, mamá. Ahora quédate quieta…


Un cuchillo de impecable filo hacía acto de presencia entre las manos asesinas del Primogénito. Murmullos y voces salían de las paredes. Los cadáveres en las paredes se retorcían y reventaban en pus y sangre. Y el pentagrama, listo y presto a recibir el nuevo sacrificio.


Aquiles tomó a su madre y comenzó un forcejeo. Gritaban, peleaban, el cuchillo buscaba el corazón esquivo de Mirna, quien luchaba con cada pedazo de su alma por salir viva de esto.


Arañazos, cortes, magulladuras, golpes, ya no quedaban energías para mucho más. El lugar ardía en calor y Baal ya empezaba a impacientarse. Los cadáveres chillaban aún más, desesperados, expectantes como el mismísimo Demonio. Lamentablemente para Mirna, las fuerzas no eran suficientes, y antes que una ráfaga furiosa apagara las velas y dejara el lugar a oscuras, vio el cuchillo justo delante de su pecho.


El Sacrificio ya estaba hecho.


Las velas encendieron como una explosión, y Baal flotaba en medio del pentagrama. Aquiles vio que su cuchillo ya no estaba en la mano, sino que enterrado su pecho, seguido de un tajo inmenso. Brotaba sangre a mares y las pulsaciones prácticamente se habían desvanecido. Se sentía débil y mareado. Peor fue su sensación cuando vio a su madre con un corazón en la mano derecha y una copa dorada rebosante de fluidos corporales en la izquierda.


—Sabías que los demonios pagan mejor con el primogénito de un Linaje, ¿no?


Mirna miró sonriente a su hijo moribundo. Se acercó a él y lo besó en la frente. En su espalda, una herida se abría, y Baal tomaba la sangre y el corazón.


—Eram quod Es, Eris Quod Sum, hijo.


Baal, terminando de beber y comer, tomó el cuerpo de Aquiles y lo desfiguró, dejando solo la piel y uno que otro órgano vital.


Mirna apagó las velas y terminó el ritual dando murmullos y agradeciendo al Señor de la Materia. Cerró el lugar para siempre.


Salió y miró con cariño a sus animales dormidos en las tinieblas del lugar maldito. No necesitaría sacrificarlos de nuevo. Por lo menos hasta que las cosas no anduvieran muy bien.

MARIA - HISTORIA DE TERROR



Mi abuelita había enviudado hacia mucho, era la madre de mi papa y cuando él nos llevaba solíamos pasarla bien porque ella tenía muchos juguetes y además un gran fondo, pero nosotros nos limitábamos a jugar hasta lo que sería la mitad de ese fondo, nunca con mis hermanos nos atrevimos a meternos porque en el lugar lo oscurecía todo una gran higuera seguida de mucha maleza y un horno de barro al final del terreno seguido de lo que parecía ser una pieza de adobe que desde que recuerdo siempre estaba cerrada con candado.

Una sola vez recuerdo vagamente cuando mi mama le pregunto que había en el fondo, mi abuela solo contesto “-Que los chicos no vayan para ahí, ahí vive María”.

¿María? Tal vez se había equivocado y quiso decir vivía…

Mi papa no recordaba a nadie con ese nombre, su familia nunca fue acaudalada como para decir que en una época tuvieron una criada.

Tal vez los años estaban haciendo mella en la memoria de mi mama. Papa se conformó y nos dio una supuesta respuesta al misterio y todo concluiría ahí.

Una tarde después del colegio mi papa me llevo a la casona porque mi abuela se había caído y necesitaba atención, mientras mi viejo la atendía salí a jugar un rato a la pelota, ya estaba por oscurecer cuando oí claramente que desde el fondo alguien caminaba. Primeramente mi reacción fue de curiosidad, pensé que se trataba de algún animal y quería verlo.

No pude llegar más que a estar a medio metro de la higuera cuando escuche la risa de una niña, no me pregunten si era de mi misma edad o que se yo, la oí y eso fue todo, sentí una gran necesidad de salir de ahí, menos mal que tenía mi pelota en mi mano, porque seguramente la dejaba ahí tirada, solo atine a ir a sentarme al lado de mi papa y quedarme callado hasta poder retirarnos de ahí. Hasta el día de hoy no sé porque nunca se lo conté a mi viejo.

Conforme pasaban los años me di cuenta que cuando sacábamos los juguetes, antes de irnos mis viejos los guardaban, era algo normal hasta que supe que era por expreso pedido de mi abuela que no quedasen juguetes en el patio, a lo mejor le gustaba tenerlo todo ordenado.

Ya un poco más grande y solo si necesitaba dinero me acercaba a la casa de mi abuela, ella siempre nos consentía bastante y no le sobraba, pero mi abuelo le había dejado sus ahorros de toda la vida y la pensión que cobraba era para los impuestos, el resto podía darse el lujo de pagarnos lo que quisiéramos.

Una noche, cuando yo estaba de novio, me acerque a su casa para pedirle algo y así poder invitar a mi novia al boliche y pasar un rato juntos, no piensen mal, no era que entraba y le pedía de una, estaba un buen rato hablaba con ella le hacía compañía y como siempre, se daba cuenta de la situación no me preguntaba cuanto necesitaba, siempre bajo su almohada estaba su monedero, sacaba la plata y me la entregaba con el puño cerrado para que yo no viese el importe y también era como nuestro juego, yo lo agarraba y ni miraba, lo metía en mi bolsillo y recién podía ver cuando salía de su casa.

Esa misma noche, me senté en la cocina y miraba para la sala, donde estaban los juguetes, luego, casi como acto reflejo me di vuelta para mirar al patio y su gran fondo. Pude observar claramente una figura con ropa blanca y de ojos rojos se perdía en la oscuridad. Me había estado observando.

No voy a negar que sentí miedo, pero como no era la primera vez que me pasaba algo así solo me levante y me fui a la pieza de mi abuela para preguntarle qué pasaba allí.

Comenzó contándome historias de duendes, ustedes ya saben, que viven en los hornos y sus jugarretas, nada de mucha importancia, hasta que antes de comentarle lo que vi en la higuera. Ella solo comenzó su relato con lo que según las creencias, la planta de higos, se cree que es una planta del diablo, lugar de juego de los duendes, si alguien quiere pactar solo debe presentarse ahí a las 12 en punto, a esa altura ya sabía que algo no andaba bien.

Me conto que antiguamente, cuando la casa ya estaba casi terminada, mi abuelo solía tener como una especie de cantina adelante y una noche, el con varios de sus clientes y amigos se embriagaron hasta casi perder el conocimiento, en esa época el baño era un pozo ciego en el fondo de la misma, casi al lado de la higuera, si, debía ser terrorífico ir al baño de madrugada en aquellos años. Pero en la noche que me estaba contando resulta que al otro día una persona amaneció muerta al pie de la higuera, nunca supieron que paso, si fue por el alcohol, una enfermedad o qué, pero esa persona yacía ahí.

Desde aquella oportunidad mi abuelo le haría contado que varias veces le pareció ver a una persona parada al lado de la higuera, vestido de negro y con los ojos totalmente rojos. Ella prefería hacer sus necesidades dentro de la casa, conto que le silbaban, desde la oscuridad le tiraron el cabello y hasta le susurraron su nombre.

Yo estaba a punto de decirle lo que había visto cuando ella me dijo: “-Ese mismo año apareció María”

¿Otra vez ese nombre? ¡Pero quien era!

No me quiso contar mucho al respecto, tal vez a propósito obviaba situaciones o personas, lo hacía casi como si desvariara en lo que contaba.

Concretamente la historia es la siguiente: María se apareció al pie de la higuera, era muy bonita y mi abuela quien nunca tuvo la dicha de tener una hija la adopto como suya, además en su infancia nunca tuvo juguetes, por lo que muy a pesar de ser ya grande, si bien no jugaba con ella le hablaba como si se tratase de algo normal, no dormía con ella pero se podía pasear por toda la casa.

Por si no se dieron cuenta, María era una muñeca, pero algo no cuadraba en lo que me acababa de contar. ¿Cómo podía una muñeca pasearse por la casa?

La deje descansar, me di cuenta de que mientras hablaba, a cada rato miraba a la ventana que casualmente da hacia el patio, como esperando ver a alguien y no era una mirada de esperanza, más bien le preocupaba.

Ya esta situación me estaba molestando pero como todo joven lo olvidé pronto. Pasaron varios años y mi abuelita comenzó a enfermar, mi viejo no tuvo otra que hacerla internar. Con mis hermanos nos turnábamos para acompañarla, yo ya me había casado y mi hija acababa de cumplir los 4 años. En sus ratos de lucidez hablábamos de la infancia de mi viejo, de mi abuelo, al que si bien conocí de muy chico nunca pude recordarlo.

Todavía recuerdo la última noche con mi abuela, había mejorado notablemente, estábamos charlando muy animadamente, nos reíamos de sus anécdotas, era todo en un ambiente muy tranquilo. Antes de que nos quedemos solos había estado mi mujer con mi niña, la hicimos sentar en su falda, ella se sentía muy feliz de tener una nena en sus brazos, lo podía ver en sus ojos, casi con lágrimas se despidió y ya se acostó, yo comencé a acomodarme en la silla, no iba a dormirme en seguida, así que empecé a leer una revista.

No tuve en cuenta que ella seguía despierta, tenía una mirada como de preocupación, le pregunte que le pasaba pensando que ya tenía ganas de que le dieran el alta. Esta vez, ella comenzó el relato.

Primero me pidió que conserváramos la casa, el recuerdo valía más que cualquier dinero, después hablo que en sueños vio a su esposo, quien le pedía que vaya con el (en ese momento me sumí en una gran tristeza, aunque no lo dije, sabía que se estaba despidiendo) por ultimo me dijo que María está muy triste, porque ya no era su consentida y que ella no quería a los chicos, por eso la tuvo que encerrar en el fondo, por eso nadie llega hasta ahí.

No tuve tiempo de procesar lo ocurrido, al otro día ella no reacciono, estuvo una semana y cuando el doctor nos dijo que era cuestión de tiempo, esa misma noche dejo de luchar.

Días después del velorio, con mis hermanos nos pusimos de acuerdo para ir a limpiar la casa, como no podíamos ir todos juntos el mismo día, nos turnábamos y asignábamos sectores para limpiar.

El último día estuvimos todos, menos mi viejo, obviamente por el dolor que le causaba todo lo ocurrido recientemente.

Empezamos macheteando lo que era maleza íbamos por los bordes para dejar lo más pesado para el ultimo, cuando vi la piecita se me erizo la piel, no quise decir nada, solo esperaba a que alguien la quisiera abrir, porque yo no me animaba y también la curiosidad me mataba.

La puerta no tenía manija. Solo la rodeaba una cadena con un gran candado del que seguramente no habría llave, además de que por el paso de los años estaba muy viejo.

Uno de mis hermanos se dispuso a abrir la pieza, pero yo tímidamente le dije que lo dejara así, tal vez las cosas guardadas allí eran tan viejas que ya ni servirían o a lo mejor sería un nido de ratas o vaya uno a saber qué.

No se rieron de mí, pero ellos también sabían que no nos dejaban acercarnos a ese lugar, mi abuela también se los había dicho (después sabría que no todo) ya somos grandes como para andar con chiquilinadas dijeron y con un golpe seco forzaron el candado.

Lo único que pude hacer fue pararme de frente para ver que había ahí, mis hermanos comenzaron a sacar todo del interior. Ropa vieja, cajas con muchas cosas inservibles herramientas, pero una destacaba del resto, era vieja, llena de tierra pero a diferencia del resto no estaba rota, solo había acumulado tierra, pareciera que ni las cucarachas la hubieran tocado. Como cazadores de tesoros mis hermanos empezaron a abrir las cajas, a buscar algo valioso ahí dentro después de años de encierro, yo solamente agarre la caja grande pero no podía abrirla.

Me miraban como si yo escondiera algo o como si supiera que dentro de esa caja hubiera lo único valioso de esa pieza.

No sé cómo, no lo recuerdo, pero nuestras mujeres se acercaron a ver qué pasaba, de la mano de mi esposa mi hija me abrazo la pierna y señalaba la caja, ante la insistencia de todos tuve que abrirla. Dentro estaba una muñeca de porcelana, el tiempo no había pasado para ella, la ropa presentaba algunas manchas pero lo que era el pelo, la pintura y los detalles estaban impecables.

Juro que no me detuve a pensar en la muñeca, mi hija solo la señalaba y me la pedía, por supuesto nadie se opuso a que ella la tuviera, pero no podía dársela así nomas, había que lavar la ropita, limpiar la muñeca y recién entregársela.

Mi esposa hizo el trabajo, la llevamos a mi casa, no pasó nada, la alegría de mi hija era inmensa. Pasaron meses hasta que me percaté de que las llaves de mi auto no estaban donde las dejaba usualmente, mis cosas desaparecían y volvían a aparecer rato más tarde pero en otro lugar. Soy una persona muy meticulosa con sus cosas, por lo que estos detalles no los pasaba por alto, un día medio cansado le reclame a mi mujer lo sucedido, ante su negativa so lo quedaba retar a mi hija, ella por supuesto se negó en todo momento.

En una oportunidad, me había quedado con unos compañeros a tomar unas cervezas después de un partido, no, no estaba pasado de copas, usualmente no soy de tomar hasta emborracharme, llegue a mi casa y al entrar oí risas que venían de la pieza de mi nena, abrí la puerta pero no pasaba nada, ella estaba profundamente dormida.

En otra oportunidad deje mis llaves donde siempre, no pasaron ni 10 minutos que tuve que salir de urgencia a mi trabajo, las llaves ya no estaban en su lugar, las busque por todos lados, ya me estaba desesperando al mismo tiempo que comenzaba a enojarme. Me dirigí hacia donde estaba jugando mi hija, ella estaba jugando a la cocinita ensimismada en su mundo, solo pude ver mis llaves al lado de la muñeca de porcelana. No pensé en nada más, solo en ir rápido a donde me necesitaban.

Habían noches en las que podía escuchar como si alguien caminara como recorriendo mi casa.

La cosa se puso peor cuando vi como mi hijita tenía una marca en la pierna como si alguien o algo la hubiera arañado, primero pensé que había pasado en el colegio pero no, hable con mi señora y estaba tan sorprendida como yo, no me quedo otra que hablar con ella, mientras la interrogaba note como se ponía nerviosa, pensé en 10.000 cosas y me asustaba pensar en lo que estaba pasando, con lo que uno ve en las noticias realmente pasaron muchas cosas por mi cabeza.

Mi hija eludía las preguntas, me ponía cada vez peor hasta que dijo algo en voz baja que me dejo helado… “- No quiero que la Mari me escuche”.

¿Mari? ¿Quién es Mari? Solo miro para el rincón donde estaba la muñeca, en ese momento recordé todo. Mi abuela, sus historias, porque no debíamos abrir la pieza de adobe y por sobre todas las cosas, Mari… María…

No iba a quitarle la muñeca a mi hija, solo espere a que ella se durmiera para poder sacarla y así evitaría que ella llorara o lo que sea que pase, la metí en una bolsa de tela y la ate, acto seguido la deje en el baúl de mi auto, al otro día la llevaría a donde tenía que quedarse.

Apenas Salí de mi trabajo llame a mi esposa y le dije que tardaría unos 20 minutos por otras cosas que tenía que hacer, fui a la feria y compre un candado y me fui a la casa de mi abuela, afortunadamente tengo un duplicado de la puerta, por lo que entrar no era problema. Al bajar de mi auto abrí el capó, juro haber atado la bolsa. Pero sin embargo ahí estaba la muñeca sentada, fuera de la bolsa ya hasta me daba miedo tocarla. Sentí mucho más miedo al entrar a la casa, sentía una presencia, me asusta decir que probablemente era mi abuela, trate de no mirar a ningún lado, podía percibir que me estaban mirando, lo más rápido que pude agarre a esa cosa, la volví a meter en la bolsa ajuste el nudo con todas mis fuerzas y la tire dentro de la pieza.

Me temblaban las manos, escuchaba ruidos, pensaba que se estaba desatando, que algo me estaba asechando el corazón me latía casi como queriendo salirse de mi pecho, no sé cómo, pero logre pasar la cadena de lado a lado y cerré todo con el candado, como un acto reflejo tire las llaves del candado para que nadie pudiera abrirlo, tenía las manos sucias de tanta tierra pegada producto de mi intenso sudor, apenas le di la espalda al lugar supe que no debía mirar hacia atrás, tenía que salir lo más rápido posible, recuerdo que pensaba en salir corriendo pero del miedo solo caminaba, juro por Dios que podía sentir a alguien o algo que estaba a punto de agarrarme. Me sentí aliviado de llegar a la calle, cerré la puerta y jure nunca volver solo a la casa. En ese momento no sabía que me estaba equivocando…

Esa noche no dormí nada bien, tuve pesadillas, todas relacionadas con María (si, era una muñeca pero a estas alturas ya no sabía cómo llamarla) podía escuchar pasos en mi casa, primero pensé que era producto de mi sueño o la terrible vivencia me hacía retumbar todo en mi cabeza, no estaba tranquilo, no hacia otra cosa más que pensar.

Me levante al baño, quería pegarme una ducha, tal vez así conciliaría el sueño, podría descansar, en el momento que me disponía a quitarme la ropa escuche que alguien caminaba y se reía. Salí con mucho miedo y comencé a recorrer mi casa, no alce la voz porque dentro mío ya asumía lo que pasaba. Camine por todos lados y no encontré nada, por un instante me tranquilice, ya no pensaba en bañarme, volví a apagar la luz del baño y pude ver con claridad como del agua en el piso salían huellas como de pisada de un niño.

Corrí hasta la pieza de mi hija y ella está dormida, le toque los pies para asegurarme que no fuera ella y no había forma de que fuera ella, después de unos segundos me percaté de que las huellas eran más pequeñas de las que podría hacer mi hija. En ese momento se oyó como caía un juego de llaves, en el piso de la cocina estaban las llaves de mi vehículo pero en el llavero había dos llaves más que yo nunca tuve. Todavía recuerdo el escalofrío que me recorrió todo el cuerpo al ver que esas llaves eran del candado donde había encerrado a la muñeca.

Tenía mucho miedo, pero no podía permitir que la situación siguiera. Agarre un rosario bendecido que mi señora tiene y agua bendita que le había dado mi suegra, con todo y eso no me sentía protegido, me sentía como si tuviese 10 años. Me arme de valor y volví a la casa de mi abuela, sabia a lo que me enfrentaba, pero como dije antes, no podía dejar que esto siga. Entre rezando, prendí todas las luces, para ir al fondo lleve una de mis linternas más potentes, recuerdo haber estado más de 5 minutos intentando meter la llave en el candado, recuerdo oír pasos a mi alrededor. Cuando por fin pude abrir la puerta, ahí estaba, nuevamente fuera de la bolsa, mientras la insultaba comencé a cavar un pozo ahí nomás, rezaba, la miraba y la insultaba.

Una vez logrado el objetivo me dispuse a rezarle como si de un entierro se tratase, esta vez, la bolsa la dejaría abajo como una especie de colchón y con mucho cuidado la puse en el pozo, seguía rezando y no le sacaba la vista de encima, para terminar con todo de una maldita vez le tire un poco de agua bendita mientras le rezaba, en ese preciso momento se escuchó claramente como si la porcelana se rajara, no me atreví a alzarla para ver donde se había roto. Segundos antes de comenzar a enterrarla pude ver como de entre su ropa salían muchas hormigas negras, me impresiono ver eso, pero interiormente sabía que todo había terminado.

Volví a mi casa y me dormí ya del cansancio, pasaron los días y ya no pasaba nada en especial, con el tiempo me auto convencí de que nada había pasado hasta hace unos días, en el que fui a visitar la tumba de mi abuela.

Mientras le dejaba flores y limpiaba el lugar llego justo una vecina, me saludo con mucho afecto, charlamos de lo amigas que eran y de lo mucho que se hacía extrañar.

No recuerdo como salió el tema de conversación, pero yo escucho tu programa todos los viernes y esta señora casualmente también, en el momento que hablábamos del programa, justo un momento antes de despedirme esta señora me dijo que le pase misa a mi abuela, porque en estos últimos días ella escucha como que una mujer llora, el sonido proviene de la casa de mi abuela, algunas veces el llanto es más fuerte en la madrugada y proviene del fondo...